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Aborto: El aborto, término procedente
del latín abortus, participio pasado de aborīrī (con el mismo significado que
en español) y éste, a su vez, compuesto de ab- («de», «desde») oriri («levantarse», «salir», «aparecer») es
la interrupción y finalización prematura del embarazo. En un sentido más
amplio, el término puede referirse al fracaso por interrupción o malogramiento
de cualquier proceso o actividad.
Despenalización:
Entendemos por
despenalización al mecanismo en virtud del cual una conducta descrita en la ley
penal como delito, sale de esta esfera jurídica para ser sancionada en el
ámbito de una jurisdicción diferente, de naturaleza civil, comercial o
administrativa. No se trata, pues, de transformar una conducta ilícita en
lícita sino de variar la naturaleza de la sanción imponible. Se entenderá mejor
esta cuestión si recordamos que la pena criminal tiene sentido cuando las demás
formas de sanción social y legal han demostrado ineficacia para contrarrestar
la vulneración de intereses jurídicos importantes, cuando pueda garantizarse su
igualitaria aplicación a delincuentes comunes y de cuello blanco, cuando haya
fundados motivos para creer que su imposición producirá mayores beneficios
sociales que su no implantación. Requiérase, entonces, realizar un estudio
desapasionado sobre los delitos señalados en el Código Penal para determinar a
cuáles de ellos no es indispensable que la jurisdicción penal se ponga en
marcha para su juzgamiento y penalización, porque otras sanciones pudieran
resultar más eficaces y tal vez menos costosas. Respecto de ésta y de las demás
formas de reacción social diversas, probablemente son los propios destinatarios
de la ley los que están en mejores condiciones de evaluar su eficacia.
El
camino de la despenalización
Tres
años después se realizaron las elecciones presidenciales de 2006. La diferencia
entre Felipe Calderón, del pan, y Andrés Manuel López Obrador, del PRD, fue,
según datos oficiales, de 0,65%. La negativa de Calderón a aceptar un recuento
de los votos llevó al país a una brutal polarización. En ese marco, en
noviembre, dos partidos (el Partido Revolucionario Institucional –PRI– y
Alternativa) presentaron en la Asamblea Legislativa del DF una iniciativa de
reforma para despenalizar el aborto en todos los casos. Desde que inició el
periodo de sesiones, el 15 de marzo de 2007, el PRD asumió su papel protagónico
y alentó un gran debate público sobre el tema. La Asamblea Legislativa organizó
foros de discusión de los que participaron organizaciones conservadoras y
progresistas, así como expertos jurídicos y médicos.
Ante la
certeza de que los grupos contrarios presentarían una acción de inconstitucionalidad,
la estrategia buscó no arriesgar los logros anteriores. Después de un arduo
trabajo de análisis y debate para conciliar las iniciativas y tomando en cuenta
el precedente de la Suprema Corte en la materia, las Comisiones Unidas
aprobaron, por mayoría de votos de sus integrantes, el dictamen que planteaba
la despenalización del aborto en los siguientes términos:
1. Reformular la definición jurídica penal del aborto: «Aborto
es la interrupción del embarazo después de la décimo segunda semana de
gestación». Por lo tanto, el aborto únicamente puede penalizarse a partir de la
semana 13 de gestación, siendo lícitos los abortos consentidos o procurados
dentro de las primeras 12 semanas de gestación (artículo 144 del Código Penal
del DF, CPDF).
2. Definir el embarazo, para efectos del Código Penal, como «la
parte del proceso de la reproducción humana que comienza con la implantación
del embrión en el endometrio». Con esto, se refrenda la legalidad de los
métodos anticonceptivos poscoitales, como la anticoncepción de emergencia
(artículo 144 CPDF).
3. Reducir las sanciones para las mujeres que se practiquen un
aborto (artículo 145 CPDF).
4. Proteger a las mujeres que fueran obligadas a abortar. Se
estableció la figura del «aborto forzado», que se define como «la interrupción
del embarazo, en cualquier momento, sin el consentimiento de la mujer
embarazada» (artículo 146 CPDF).
5. Reformar la Ley de Salud del DF (LSDF) para ofrecer servicios
de asesoramiento y contención (pre- y postaborto) y brindar información
objetiva a las mujeres que soliciten la interrupción legal del embarazo
(artículo 16 bis 8 LSDF).
Los
grupos conservadores y la jerarquía católica exigieron un referéndum y argumentaron
que la vida del producto de la concepción debía prevalecer sobre los derechos
humanos de las mujeres. No obstante, el 24 de abril de 2007 el pleno de la
Asamblea Legislativa aprobó las reformas por 46 votos a favor (PRD, PT,
Convergencia, Alternativa, PRI y Partido Nueva Alianza). Se opusieron 19
legisladores –del pan y el PVEM– y hubo una abstención (del PRI). La ley fue
publicada el 26 de abril de 2007 en la Gaceta Oficial del DF y entró en vigor
al día siguiente.
A un
que en la sociedad la mayor parte es católica y pese a que la Iglesia conserva
un rol político importante, México ha dado pasos notables en la liberalización de
las leyes de aborto. De hecho, en abril de 2007 la Ciudad de México aprobó la
despenalización y comenzó a ofrecer el servicio en hospitales públicos e
instituciones de salud. El artículo argumenta que esto fue posible gracias al impulso
de los grupos feministas, la polarización electoral y el triunfo del Partido de
la Revolución Democrática (PRD) en el D.F. Este logro es parte de un largo
camino que ubica a México a la vanguardia de América Latina en el tratamiento
humanitario del aborto.
En
abril de 2007, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal aprobó la reforma
al Código Penal que introduce en la Ciudad de México el sistema de plazos en
materia de aborto. Esta despenalización es única en su tipo en América Latina,
donde la Iglesia católica continúa siendo el principal obstáculo para que las
mujeres puedan interrumpir legalmente los embarazos no deseados. Solo en dos
países –Cuba y Guyana–, además de Puerto Rico, esta práctica está plenamente
garantizada. Tal vez lo más impactante de la situación latinoamericana sea el
hecho de que incluso en sociedades con gobiernos democráticos y de izquierda ha
sido imposible despenalizar el aborto. Es el caso de Uruguay, cuya sociedad es
una de las más laicas de la región, pero cuyo presidente, el socialista Tabaré
Vázquez, acaba de vetar la despenalización aprobada por el Congreso. En otros
países, como Chile, El Salvador, Honduras y, recientemente, Nicaragua, la
presión de la jerarquía católica ha logrado un retroceso de las legislaciones,
que permitían el aborto terapéutico, y así ha cancelado la posibilidad legal de
interrumpir un embarazo para salvar la vida de la mujer o cuando es producto de
una violación.
Con
este panorama, ¿cómo fue posible que en una sociedad mayoritariamente católica
como la mexicana se fracturara la hegemonía de la Iglesia en ese tema? Tres
elementos fueron determinantes: el trabajo profesional de los grupos
feministas, el triunfo del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en la
Ciudad de México y la polarización postelectoral. En este marco, el artículo
consta de tres secciones: la primera es un rápido sobrevuelo por la histórica
lucha feminista por el aborto gratuito y legal; la segunda expone el giro hacia
la profesionalización de un grupo de activistas, que resultó clave para
concretar esta demanda; y la tercera describe el contexto político que
favoreció la decisión y relata brevemente en qué consiste la despenalización
aprobada.
El
derecho a decidir sobre el propio cuerpo es una de las demandas básicas y más antiguas
del movimiento feminista
El
derecho a decidir sobre el propio cuerpo es una de las demandas básicas y más antiguas
del movimiento feminista. En 1936, se realizó la Convención de Unificación del
Código Penal para subsanar las diferencias entre los ordenamientos de las
entidades federativas y la capital, donde existía desde 1931 un Código Penal
avanzado. En aquella oportunidad, Ofelia Domínguez Navarro presentó una
ponencia titulada «Aborto por causas sociales y económicas», basada en el trabajo
de la doctora Matilde Rodríguez Cabo. Ambas eran conocidas activistas marxista-feministas,
fundadoras del Frente Único Pro Derechos de la Mujer, creado en 19353. Su
propuesta consistía en que el Estado controlara y regulara la práctica del
aborto dentro de los tres primeros meses del embarazo con el argumento de que
«la legalización del aborto tiene la significación de lucha contra el mismo».
Treinta
y cinco años después, a partir de la segunda ola feminista surgida en la década
de 1970, la demanda de despenalización adquirió una presencia pública más
fuerte a partir de un discurso distinto. La necesidad de modificar la legislación
vigente fue planteada públicamente desde sus inicios por Mujeres en Acción
Solidaria (mas) y por el Movimiento Nacional de Mujeres (mnm). Las primeras
conferencias públicas sobre el tema (realizadas en 1972, 1973 y 1974) enfrentaron
a las feministas con sus compañeros de la izquierda, que las acusaron de ser
«agentes del imperialismo yanqui» y de promover una medida tan maltusiana, una
exigencia del Primer Mundo «ajena a la realidad mexicana».
Las
feministas mexicanas plantearon el derecho al aborto como un asunto de justicia
social, como una cuestión de salud pública y como una aspiración democrática.
No obstante la contundencia de sus argumentaciones, tardaron otros 35 años en
lograr la tan anhelada despenalización ¡y solo en la Ciudad de México!
Lo
primero fue el trabajo de difusión de la propuesta. En 1972, en una de las
primeras conferencias públicas, se difundió por primera vez la expresión
«maternidad voluntaria», que implicaba cuatro ejes: educación sexual amplia en
todos los niveles, que realmente llegara a los niños, a las mujeres de las zonas
rurales e indígenas y a los jóvenes; acceso amplio a anticonceptivos baratos y
seguros; el aborto visto como una excepción, como el último recurso; y la no
esterilización de las mujeres sin su consentimiento. En 1976 había ya seis
grupos feministas organizados en la Ciudad de México, que se unieron en lo que
se llamó la Coalición de Mujeres Feministas. Los tres requisitos para formar
parte de esta confluencia eran: luchar por el derecho a la maternidad
voluntaria (que implicaba el aborto); defender la libre opción sexual (con el
reconocimiento de la opción homosexual); y rechazar la violencia hacia las
mujeres. En ese año se realizó la Primera Jornada Nacional sobre Aborto. En aquella
oportunidad, la Coalición de Mujeres Feministas presentó un proyecto de ley que
fue llevado en una manifestación a la Cámara de Diputados. En 1978, se instauró
uno de los actos rituales del feminismo mexicano: una marcha de mujeres
enlutadas, cargadas de coronas fúnebres, hasta el Monumento a la Madre, en
memoria de las madres muertas por abortos mal practicados. En 1979 se creó el
Frente Nacional de Lucha por la Liberación y los Derechos de las Mujeres (FNALIDM),
que convocaba a miembros de partidos y sindicatos universitarios y que se sumó
al proceso de lucha por la despenalización del aborto. A pesar de sus
diferencias, la Coalición y el FNALIDM trabajaron conjuntamente para reformar
el proyecto presentado por las organizaciones feministas en 1976. La reforma
política de los 80, que por primera vez legalizó el Partido Comunista, creó el
clima adecuado para presentar la iniciativa de ley, que conservó el nombre de
Proyecto de Ley de Maternidad Voluntaria.
Aunque
la iniciativa fue congelada en el Congreso, su presentación por parte de la
diputación comunista dio pie a una tremenda campaña de la Iglesia en contra del
partido y de sus aliados. El lema de la campaña fue: «Estos son los asesinos».
Bajo carteles del tipo «Recompensa, se busca a Fulanito», aparecían fotos de
los diputados impulsores del proyecto. También se desplegaron carteles alusivos
a las feministas y a los médicos que practican abortos, bajo el mismo lema de
«Estos son los asesinos», con fotos de un médico de bata blanca y una feminista
estereotipada.
La
respuesta de la derecha y el silencio parlamentario sobre el proyecto de ley generaron
una situación de decepción, frustración y miedo, que desembocó en el desaliento
y la desmovilización generalizados. Eso en parte explica el silencio feminista
en 1983, cuando el presidente Miguel de la Madrid y el procurador de Justicia
Sergio García Ramírez intentaron reformar la ley de aborto de la Ciudad de
México para equipararla a los avances conseguidos desde fines de los 70 en
muchos estados de la República, donde el aborto fue despenalizado en casos de
malformaciones graves y daño a la salud. El único Código Penal que no había
sido modificado desde 1931 era el de la Ciudad de México. Sin embargo, la
Iglesia generó un escándalo y, ante la falta de una respuesta social positiva,
la iniciativa gubernamental fue desactivada.La situación se mantuvo hasta que
en 1989 un evento público volvió a despertar la atención sobre el tema del
aborto: la policía judicial llegó a una clínica clandestina y arrestó a
enfermeras, médicos y pacientes, sin orden judicial y violando todo tipo de
garantías individuales. Los policías iban por dinero; era un caso de pura
corrupción. Después de haber estado encerrada ilegalmente durante tres días,
una de las mujeres detenidas decidió presentar una denuncia, lo que generó una reacción
social de indignación en defensa de las víctimas de la policía. Los grupos
feministas publicaron un comunicado en la prensa firmado por funcionarias
gubernamentales, políticas, artistas e intelectuales.
En diciembre de 1990, el Congreso de Chiapas, con mayoría priista,
amplió las razones por las que el aborto no ha de ser punible. Además del apoyo
de intelectuales y científicos, se produjeron pronunciamientos inesperados a
favor de la despenalización, como el del Congreso del Trabajo.
En diciembre
de 1990, el Congreso de Chiapas, con mayoría priista, amplió las razones por
las que el aborto no ha de ser punible: si lo solicita una pareja con el fin de
planificación familiar, si lo pide una madre soltera o por razones económicas.
Además del apoyo de intelectuales y científicos de primer nivel, se produjeron
pronunciamientos inesperados a favor de la despenalización, como el del
Congreso del Trabajo. Sin embargo, la Iglesia católica reaccionó con una
manifestación de protesta en Tuxtla Gutiérrez, convocada por todas las
parroquias de Chiapas y liderada por el obispo Samuel Ruiz, quien presidió la
marcha y condenó a las feministas que «promovieron la ley». El Congreso local,
finalmente, congeló la nueva iniciativa.
Como
respuesta a lo ocurrido en Chiapas, el 8 de enero de 1991 la Coordinadora
Feminista del Distrito Federal –junto con 62 organizaciones sociales,
sindicales y femeninas– fundó el Frente Nacional por la Maternidad Voluntaria y
la Despenalización del Aborto (FNMVDA). El 13 de enero, el PRD aprobó por unanimidad
una resolución favorable a la despenalización. El 15 de enero se realizó el
primer acto público del FNMVDA: una marcha de protesta ante la suspensión de
las reformas chiapanecas, bajo la consigna «Yo he abortado». Decenas de mujeres
se acercaron a la sede de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, donde se
entregó un escrito en el que, por primera vez en México, las feministas
reivindicaban los derechos reproductivos, incluido el aborto, como derechos
humanos de las mujeres.
Ese
mismo año tuvieron lugar foros, manifestaciones, conferencias y un acto en el
Monumento a la Madre en la Ciudad de México, donde se colocó una placa debajo
de donde se encuentra grabada la leyenda «A la que nos amó aun antes de
conocernos» en la que podía leerse «Porque su maternidad fue voluntaria».
Paralelamente, como ya se señaló, Salinas de Gortari reformó el artículo 130 de
la Constitución que impedía la existencia jurídica de las iglesias y les dio la
posibilidad de operar abiertamente.
■ El giro a la profesionalización
Cuando
se creó el gire, el discurso feminista sobre el aborto tendía a inflar las cifras.
Se decía, por ejemplo, que morían 100.000 mujeres al año por abortos ilegales,
cuando en realidad esa cifra correspondía a las muertes de mujeres por todas
las enfermedades. Los grupos feministas –alianzas, frentes y coaliciones–
formulaban denuncias, pero no había un trabajo de lobby con los políticos;
tampoco se informaba a los periodistas. No existía un centro de documentación
sobre el tema ni se contaba con información sobre los procesos de
despenalización en otros países. Todas esas carencias contribuían a que la sociedad
mexicana, que mostraba un pujante impulso democratizador, mantuviera un eje
anticuado en el discurso sobre el aborto: a favor o en contra. El gire se
constituyó como una asociación civil con el objetivo de lograr la despenalización
del aborto mediante el fortalecimiento de una cultura de respeto a los derechos
sexuales y reproductivos. Su misión inicial fue introducir una nueva
perspectiva de análisis, una nueva argumentación política y una nueva forma de
abogar por el cambio en la ley. Se partía de la necesidad de contar con
información seria, manejada con rigor. Además, teniendo en cuenta que en México
coexisten varios credos religiosos, junto a una cantidad creciente de personas
no creyentes, agnósticas y ateas, había que insistir en el derecho de cada uno
a tomar decisiones personales de acuerdo con sus creencias, religiosas o no. La
única alternativa democrática en una sociedad diversa es el derecho a decidir.
Se
trataba, pues, de superar discursivamente la disyuntiva «aborto sí»/«aborto no».
El gire pretendía descartar el tradicional «a favor o en contra» y reemplazarlo
por la pregunta: ¿Quién debe tomar la decisión de
una interrupción del embarazo? En 1992, una de las primeras acciones
públicas del gire fue la presentación de la primera encuesta nacional sobre el
aborto, elaborada por Gallup. A la pregunta central: ¿Quién debe tomar la
decisión de un aborto?, 78% respondió que la mujer, sola o con su pareja. En
1993 se realizó una segunda encuesta, que arrojó resultados similares, y en
1994 la tercera, que confirmó la tendencia. Además de conferencias de prensa,
el gire distribuyó carpetas con información especializada a diputados y
periodistas, con quienes realizó foros de discusión. Teniendo en cuenta que otros
grupos del movimiento feminista ya trabajaban de cara a la sociedad y con organizaciones
de base, el gire se dirigió especialmente a tomadores de decisión en el campo
mediático, en el espacio político y en el Estado, y rápidamente se convirtió en
un punto de referencia en el debate sobre el aborto.
No
obstante el peso del catolicismo, ciertas transformaciones, entre las que
destaca el cambio en los comportamientos reproductivos, introdujeron un
discurso diferente. En este sentido, resultó crucial la coincidencia de
objetivos entre el feminismo y organismos internacionales como la ONU
No obstante
el peso del catolicismo en el tejido cultural mexicano, ciertas transformaciones,
entre las que destaca el cambio en los comportamientos reproductivos, introdujo
un discurso diferente. En este sentido, resultó crucial la coincidencia de
objetivos entre el feminismo y ciertos organismos internacionales como la Organización
de las Naciones Unidas (ONU), que comenzó a utilizar términos como «género» y
«empoderamiento» (EMPOWERMENT) para referirse a la situación de las mujeres.
Además, el hecho de que demandas acalladas en el orden nacional se convirtieran
en el centro de foros internacionales obligó a la toma de posiciones en el
plano local. Así, la despenalización del aborto se filtró al ámbito del debate
político y abrió fisuras en su fachada monolítica. Dos conferencias de la ONU,
la de Población y Desarrollo (realizada en El Cairo en 1994) y la de la Mujer
(realizada en Beijing en 1995), contribuyeron a ubicar el aborto como objeto
discursivo en los medios de comunicación. Esto llevó al secretario de Salud,
Juan Ramón de la Fuente, a declarar que el debate sobre el aborto no estaba
cerrado, ya que era un serio problema de salud pública que debía ser revisado
por el conjunto de la sociedad. Norberto Rivera, arzobispo primado de México, reaccionó
tildando de «equivocada» y «errónea» la decisión del gobierno mexicano de abrir
la discusión sobre el tema, con el argumento de que «va a dividir y confrontar
a los mexicanos», e impulsó marchas a la Basílica de Guadalupe.
Pero ya
empezaba a notarse una nueva manera de hablar sobre el aborto. En 1997, las
plataformas del PRD y del Partido del Trabajo (PT) incluyeron la
despenalización como uno de los elementos centrales de la «maternidad
voluntaria». Además, en mayo de ese año el candidato del PRD al gobierno del
DF, Cuauhtémoc Cárdenas, y las integrantes de la Red por la Salud de las
Mujeres
del Distrito Federal –una de las corrientes más activas del movimiento feminista
mexicano– se reunieron para acordar ciertas medidas que el candidato se
comprometía a cumplir en caso de resultar elegido: entre ellas, una consulta
pública por la reforma de las leyes sobre el aborto.
En
1997, Cárdenas ganó las elecciones del DF con 42% de los votos, lo que le otorgó
al PRD mayoría absoluta en la Asamblea Legislativa local. Los legisladores
tenían la responsabilidad de redactar un nuevo Código Penal para la Ciudad de
México antes de que transcurriera el periodo de tres años para el que habían
sido elegidos, en septiembre de 2000. El Código Penal del DF databa de 1931 y,
aunque había sido reformado muchas veces, las cláusulas referentes al aborto
habían permanecido intactas. Como ya se señaló, en este punto la legislación
del DF era más restrictiva que la del resto de las entidades federativas7.
En
1998, las organizaciones feministas se reunieron en la Campaña de Acceso a la
Justicia para las Mujeres (CAJM), para proponer reformas en cinco áreas: derechos
de las víctimas, violencia doméstica, derechos de niños y jóvenes, derecho a la
no discriminación y aborto voluntario. El GIRE se ocupó específicamente del
tema del aborto. Una de sus estrategias fue publicar desplegados (inserciones
pagadas en la prensa) firmados por personalidades de gran prestigio intelectual
y científico. El 28 de mayo de 1998, Día Internacional por la Salud de las
Mujeres, el gire publicó un desplegado titulado «Por un cambio imprescindible»,
firmado, entre otros, por el Premio Nobel Octavio Paz. Así, con el sostén de
personas reconocidas, se fue tejiendo una red de apoyo a la despenalización en
diversos sectores de la sociedad mexicana.
En
enero de 1999, Karol Wojtyla viajó a México y ante un auditorio de dos millones
de personas en el estadio Azteca difundió proclamas contra el aborto: «¡Que
ningún mexicano se atreva a vulnerar el don precioso y sagrado de la vida en el
vientre materno!». Esta declaración y su repercusión en los medios de
comunicación influyeron en las discusiones en la Asamblea Legislativa del DF.
Los partidos recordaron el gran poder de la Iglesia católica y los riesgos de enfrentarse
a ella durante el crítico periodo previo a las elecciones. Finalmente, el PRD
decidió congelar la reforma. Preocupado por la negativa de los legisladores a
enfrentar el problema, el GIRE encargó una encuesta que mostró que, de
aprobarse las reformas, el PRD contaría con el apoyo de 71% en caso de malformaciones
fetales y 63% en caso de riesgo para la salud de la mujer. No obstante estos
datos, el PRD no quiso acicatear la ira de un enemigo político tan poderoso
como la Iglesia meses antes de una elección presidencial en la que tenía
grandes esperanzas de ganar. Optó por el silencio.
Pese a
ello, una serie de circunstancias hicieron de 2000 un año clave en el debate
sobre el aborto. La primera fue el «caso Paulina»9, una adolescente de 13 años
violada en Mexicali, Baja California, que dos horas después del suceso presentó
una demanda ante el Ministerio Público, acompañada de su madre y su hermano. El
examen ginecológico que se le practicó comprobó que tenía el himen desgarrado.
Paulina quedó embarazada a raíz de la violación y solicitó, con el apoyo de su
madre, el aborto legal al que tenía derecho. Treinta y cuatro días después de
la comisión del delito, el Ministerio Público giró la orden al Hospital General
de Mexicali para que se realizara el aborto. Dos meses y medio después de la
violación, Paulina ingresó al Hospital General de Mexicali, donde estuvo toda
una semana mientras el director realizaba maniobras dilatorias. En ese tiempo,
a Paulina le mostraron el grotesco filme de Pro Vida El grito silencioso,
haciéndola concentrarse después en una imagen de Cristo. Posteriormente, el
procurador general del estado de Baja California llevó a Paulina y a su madre a
visitar a un sacerdote, quien les explicó que el aborto es un pecado y
constituye motivo de excomunión. Pero Paulina y su madre siguieron insistiendo en
su derecho al aborto legal. Minutos antes de la intervención programada, el
director del hospital llamó aparte a la madre de Paulina y exageró los supuestos
riesgos de la intervención, la alertó sobre la posibilidad de que su hija
muriera y la hizo responsable de su muerte. La atemorizó hasta el punto de
hacerla desistir.
El caso
llegó a la prensa en enero de 2000 y se mantuvo a lo largo de todo el año. El
GIRE, junto con el grupo Alaíde Foppa de Baja California, impulsó una campaña
por la reparación del daño a Paulina, que culminó, seis años después, en un
«acuerdo de solución amistosa» entre el Gobierno Federal y Paulina, firmado
ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en Washington10.
Además
del caso Paulina, en 2000 hubo otros dos incidentes relevantes: el intento
panista de eliminar el aborto por violación en Guanajuato y las reformas en el
DF conocidas como Ley Robles. El primero sucedió un mes después de las
elecciones presidenciales de 2000, la tarde del 3 de agosto, cuando los legisladores
del Partido Acción Nacional (PAN) en Guanajuato
donde había nacido el presidente electo Vicente Fox– aprobaron11 una
enmienda al Código
Penal
orientada a castigar el aborto en casos de violación, con penas y multas
para la
mujer y para la persona que realizara la operación, a quien se le suspendería la
licencia para su práctica médica. Esta reforma debía entrar en vigor en cuanto
la suscribiera el gobernador, quien tenía diez días para tomar la decisión a
partir de la fecha en que la Legislatura entregara el nuevo texto. Frente a la
oposición de diversos voceros de la sociedad guanajuatense, el gobernador
interino comisionó a la Universidad de Guadalajara para que realizara una
encuesta en 15 regiones del estado, de modo de conocer la opinión de la
población sobre el tema. Preocupadas por la validez de esa encuesta y por su
posible uso político, diversas organizaciones no gubernamentales encargaron
rápidamente otra, que fue realizada la misma semana, para tomar como punto de
referencia y control. El 29 de agosto de 2000, el gobernador de Guanajuato anunció
su veto a la reforma.
El
aborto se convirtió en un tema central en el DF en agosto de 2000. Luego de que
el PRD perdiera las elecciones presidenciales, las feministas ejercieron una
fuerte presión y la gobernadora interina de la Ciudad de México, Rosario
Robles, convocó a una sesión extraordinaria de la Asamblea Legislativa para
reformar el Código Penal.
El aborto
se convirtió en un tema central en el DF en agosto de 2000. Luego de que el PRD
perdiera las elecciones presidenciales de julio, las feministas ejercieron una
fuerte presión y la gobernadora interina de la Ciudad de México, Rosario
Robles, convocó a una sesión extraordinaria de la Asamblea Legislativa para
reformar el Código Penal en materia de aborto. Esta reforma, conocida como la
Ley Robles, incluyó tres ampliaciones: de peligro de muerte se pasó a grave
riesgo a la salud de la mujer; se autorizó el aborto por malformaciones del
producto; y se planteó la invalidez de un embarazo por una inseminación
artificial no consentida. Además, se estableció en el Código de Procedimientos
Penales del DF que el Ministerio Público sería el encargado de autorizar el
aborto cuando este fuera legal. El 18 de agosto, la mayoría perredista aprobó
la reforma.
Como
era de esperarse, el arzobispo de México y otros dirigentes de la Iglesia
católica aseguraron que todas las personas que estuviesen implicadas en la
promoción del aborto serían excomulgadas de manera sumaria. Sin embargo, cuando
se le preguntó directamente si la misma disposición se aplicaría a la gobernadora,
el jerarca respondió negativamente. Poco después, el 25 de septiembre de 2000,
17 diputados del PAN y cinco del PVEM interpusieron un juicio de
inconstitucionalidad contra la Ley Robles. Un año y cuatro meses después, con
una votación de siete a cuatro, la Suprema Corte de Justicia de la Nación
resolvió que no existía tal inconstitucionalidad, por lo que la reforma fue
ratificada y la Ley Robles entró en vigor. A partir de ese momento, tanto la
Procuraduría General de Justicia como la Secretaría de Salud del DF emitieron
diversas normas para regular los procedimientos, servicios y obligaciones de
los servidores públicos respecto a la realización del aborto legal. En 2002, la
Ciudad de México se convirtió en la entidad federal con los procedimientos más
claros en materia de interrupción legal del embarazo.
En
diciembre de 2003, la Asamblea Legislativa votó nuevas reformas en materia de
aborto. La propuesta del PRD incluyó desde un incremento del castigo para quien
hiciera abortar a una mujer sin su consentimiento hasta la regulación de la
objeción de conciencia de los médicos, de manera tal que –resguardando el
derecho individual del médico– se garantice el servicio a la mujer que solicita
un aborto legal. También se modificó la Ley de Salud estableciendo que las
instituciones públicas debían, en un plazo no mayor de cinco días y de manera
gratuita, realizar la interrupción legal del embarazo.
Pero la
reforma más importante, que pasó totalmente inadvertida, fue la supresión del
delito del aborto que se realiza en ciertas causales legales. Antes, la ley
establecía que no se castigaría el delito del aborto bajo ciertas
circunstancias: grave riesgo para la salud de la mujer, violación, inseminación
artificial no consentida, malformaciones graves del producto e imprudencia de
la mujer. La reforma quitaba la condición de delito al aborto cuando su
realización se sustentara en alguna de las causas mencionadas. Tan técnica fue
esta modificación de los términos jurídicos («se excluye la responsabilidad
penal en el delito de aborto»12) que hasta los panistas, encantados con el
reconocimiento a la objeción de conciencia, votaron a favor. La ley entró en
vigor el 27 de enero del 2004 sin que la derecha planteara una acción de
inconstitucionalidad.
Aunque
se habían actualizado los Lineamientos de Operación de los Servicios de Salud
relacionados con la interrupción legal del embarazo, estableciendo reglas
precisas, las presiones lograron complicar la prestación en algunos hospitales
Inmediatamente,
los hospitales dependientes de la Secretaría de Salud del df comenzaron a
ofrecer el servicio. El entonces secretario de Salud, Manuel Mondragón y Kalb,
se comprometió firmemente con el tema y se dedicó a visitar los hospitales para
detectar los problemas que pudieran surgir. Al mismo tiempo, el grupo
fundamentalista católico autodenominado Pro Vida presionaba a algunos médicos
para que se declararan objetores de conciencia. Las tensiones derivadas del
nuevo servicio, cargado de conflictos ideológicos, se hicieron sentir. Aunque
se habían actualizado los Lineamientos de Operación de los Servicios de Salud
relacionados con la interrupción legal del embarazo13, estableciendo reglas
precisas, las presiones lograron complicar la prestación en algunos hospitales.
A un mes de aprobada la reforma, el Secretario de Salud dio a conocer los datos
sobre las mujeres que recibieron el servicio: 56% tenía entre 20 y 29 años de
edad y 54% contaba con estudios de nivel medio, técnico o universitario. Y,
dato elocuente, 81,4% se definían como católicas.
El 24 y
25 de mayo de 2007, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y la
Procuraduría General de la República (PGR) interpusieron una acción de
inconstitucionalidad. El escenario había sido previsto por el gobierno del DF y
por las organizaciones civiles que apoyan la despenalización del aborto. La
argumentación, más ideológica que jurídica, revelaba un total desconocimiento
de los derechos humanos de las mujeres, consideradas exclusivamente como entes
reproductores y cuyo único derecho era consentir las relaciones sexuales.
Después
de un año y cuatro meses de intensa deliberación y de la realización de
audiencias públicas sobre el tema, la Suprema Corte de Justicia resolvió que la
despenalización del aborto legislada en el df era constitucional. Esta resolución
representó un hito para todo el país: el concreto derecho a decidir de las
mujeres fue priorizado sobre un abstracto derecho a la vida, al tiempo que la
votación favorable de ocho magistrados sobre 11 sentó jurisprudencia sobre el
tema.
Como es
de imaginar, el proceso estuvo acompañado de expresiones a favor y en contra.
Mientras la jerarquía de la Iglesia católica profería amenazas de excomunión y
salía a la calle con estandartes que representaban a la Virgen de Guadalupe
cargando unos fetos y exclamando «¡Ya me mataron a un hijo! ¿Me van a matar
más?», en una de las audiencias públicas un sacerdote dominico hablaba a favor
de la despenalización. Mientras los abogados católicos amenazaban con la debacle
moral, Jesús Zamora Pierce, ex-presidente de la Academia Mexicana de Derecho
Penal, argumentaba públicamente por qué el aborto no puede ser considerado un
delito. Mientras las fuerzas conservadoras hacían peregrinaciones, los
intelectuales y los científicos del país manifestaban su apoyo con comunicados
en la prensa. Mientras las mujeres conservadoras rezaban en las iglesias, las
feministas marchaban acompañadas de sindicalistas y estudiantes cantando «Quiten
sus rosarios de mis ovarios».
La
intervención de la Iglesia católica, aferrada a la cantinela de la defensa de
la vida para atacar y amenazar a quienes no comparten sus creencias, fue
impresionante. Richard Hare, un filósofo inglés que trabajó sobre las valoraciones
morales desde la racionalidad, formuló una definición que calza como un guante
a los obispos católicos. Para Hare, el fanatismo es «la actitud de quien
persigue la afirmación de los propios principios morales dejando que estos
prevalezcan sobre los intereses reales de las personas de carne y hueso, al
mismo tiempo que permanece indiferente frente a los enormes daños que su
actuación ocasiona a millones de seres humanos».
En
efecto, el Vaticano y sus seguidores insisten en afirmar sus principios morales
por encima de la salud y la vida de millones de mujeres. Por suerte, las
actitudes de los curas y las monjas de las organizaciones de base estuvieron
lejos de esta postura. Sin negar que el aborto implique un conflicto ético,
subrayan que este tipo de dilemas, cuando conciernen a los derechos de la
persona que está llamada a resolverlos, deben de ser dejados a su
autodeterminación. Varios sacerdotes jesuitas y dominicos, así como algunas monjas,
distinguieron entre el carácter moral del aborto y su estatuto legal. Estas
figuras excepcionales compartieron la sabiduría de quien fuera obispo auxiliar
de Madrid, monseñor Alberto Inhiesta: «Mi
conciencia rechaza el aborto, pero mi conciencia no rechaza la posibilidad de
que la ley no lo considere un delito»
La reforma ubicó a la Ciudad de México a la vanguardia de
América Latina en el tratamiento penal del aborto, con argumentos que calan
hondo en el imaginario colectivo y con una experiencia de organización
ciudadana que puede ser llevada a otras latitudes
Más
allá de los debates y las posturas, lo cierto es que la reforma ubicó a la
Ciudad de México a la vanguardia de América Latina en el tratamiento penal del
aborto, con argumentos que calan hondo en el imaginario colectivo y con una
experiencia de organización ciudadana que puede ser llevada a otras latitudes.
Vale la pena recordar que, aunque varios elementos confluyeron hasta lograr la
aprobación de la despenalización (el carácter liberal del DF, los cambios
normativos anteriores a las leyes locales en la materia, las tendencias
internacionales hacia la liberalización, etc.), fue fundamental el esfuerzo de
las organizaciones feministas y de derechos humanos, intelectuales,
científicos, artistas, jóvenes, académicos, analistas políticos y periodistas.
Y en este sentido cabe destacar que la lucha feminista por la despenalización
del aborto ha conformado esa «minoría consistente» de la que habla Serge
Moscovici, quien subraya la importancia de un comportamiento consistente y la
adopción de un estilo adecuado, junto al peso del prestigio, como factor de
influencia eficaz.
Para
que el aborto fuera legislado desde una perspectiva progresista, fue crucial la
victoria del PRD en la Ciudad de México y también la polarización
postelectoral. La mayoría de la Coalición de Izquierdas en la Asamblea
Legislativa del DF –integrada por el PRD, el PRI, Convergencia, el PT y Alternativa–,
junto con la pertenencia al PRD del jefe de gobierno, fueron factores políticos
decisivos para lograr estos cambios normativos. La Coalición de Izquierdas supo
aprovechar la oportunidad política derivada de su amplia mayoría parlamentaria
para impulsar un tema tan controvertido y, al mismo tiempo, subrayar un proyecto
de nación en contraposición al proyecto panista. Además, el carácter integral
de las reformas fue muy positivo, ya que permitió argumentar que las
modificaciones no solo proponían la despenalización del aborto, sino también
una amplia estrategia de prevención de embarazos no deseados y de prestación de
servicios de salud sexual y reproductiva. Esto contribuyó a generar opiniones
favorables en el debate público.
El
marco jurídico del DF es, entonces, una referencia para seguir avanzando en el
reconocimiento del aborto como un derecho reproductivo en el resto de los
estados. La despenalización representa un paso más en el esfuerzo por disminuir
la mortalidad materna provocada por el aborto inseguro y es imprescindible para
contrarrestar la injusticia social que implica esta práctica. Además de ser un
importante reconocimiento a la libertad reproductiva de las mujeres y sus derechos
fundamentales, guarda concordancia con el carácter laico del Estado mexicano,
que respeta la diversidad ideológica y reconoce la libertad de conciencia de
las personas. Finalmente, se trata de una reforma congruente con la opinión de
la sociedad mexicana, tal como reflejan diversas encuestas. No obstante la descarada presión de la jerarquía
católica, e incluso de Joseph Ratzinger, la apropiación de la ley, la
prestación del servicio por parte de las instituciones de salud y la decisión
de las mujeres de ejercer su derecho a elegir implican un signo de maravillosa
vitalidad democrática.
Mi opinión
desde
el punto de vista moral estoy en desacuerdo, pero desde el punto de vista
práctico, debemos reconocer que el aborto se lleva a cabo en nuestro país, nos
guste o no, y de que sigan muriendo mujeres en plenitud por realizarse abortos
clandestinos, a que lo hagan en una clínica con todas las medidas de seguridad
e higiene, prefiero que lo despenalicen, también es muy de tomar en cuenta
cuantos niños no esperados vienen al mundo solo a sufrir a causa de padres
irresponsables, violaciones u otros factores, tal vez lo mejor es que cada
quien decida y no lo haga por una prohibición legal. Cada mujer decide qué
hacer con su cuerpo.
Bibliografía
De la
Barreda, Luis: El delito de aborto. Una careta de buena conciencia, Miguel
Ángel Porrúa / Instituto Nacional de Ciencias Penales, México, 1991.
GIRE:
Leyes del aborto en México, hoja informativa, México, noviembre de 2003.
GIRE:
Leyes sobre el aborto. Los avances en la Ciudad de México, hoja informativa,
México, junio de 2004.
Monsiváis,
Carlos: «De cómo un día amaneció Pro Vida con la novedad de vivir en una
sociedad laica» en Debate Feminista No 3, 9/1991.
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